5 noviembre 2024

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SEMILLA MILENARIA: CIENTÍFICOS RESUCITAN ÁRBOL BÍBLICO PERDIDO DE HACE MIL AÑOS

Investigadores han revivido una semilla milenaria hallada en el desierto de Judea, y su crecimiento podría desvelar la verdadera identidad del esquivo “tsori” bíblico.

Una antigua semilla encontrada en una cueva del desierto de Judea ha dado vida a un árbol que podría resolver uno de los misterios botánicos de la Biblia.

En concreto, un equipo de científicos ha logrado germinar la semilla de más de 1.000 años de antigüedad encontrada hace décadas. El resultado es un árbol apodado “Sheba”, que podría ser el esquivo “tsori” mencionado en la Biblia, famoso por sus supuestas propiedades curativas místicas, sugiere un artículo publicado en septiembre en Communications Biology.

Hace unos 40 años, arqueólogos excavaron en Wadi el Makkuk y descubrieron una semilla que, según la datación por radiocarbono, data de entre los años 993 y 1202 d.C. La semilla permaneció olvidada hasta que la Dra. Sarah Sallon, del Centro de Investigación de Medicina Natural Louis Borick de la Organización Médica Hadassah en Jerusalén, la encontró en el Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea y decidió darle una segunda oportunidad.

Con la ayuda de la Dra. Elaine Solowey, directora del Centro de Agricultura Sostenible del Instituto Arava en el kibutz Ketura, la semilla fue plantada en 2010. Cinco semanas después, emergió una plántula, logrando despertar a esta bella durmiente del pasado. Tras 14 años de cuidados, Sheba ha crecido hasta alcanzar casi 3 metros de altura y ha comenzado a producir resina.

SHEBA PODRÍA PERTENECER A UN LINAJE YA EXTINTO

Los análisis de ADN revelan que pertenece al género Commiphora, el mismo que incluye plantas productoras de incienso y mirra. Sin embargo, Sheba parece ser única: los científicos no han podido identificar su especie exacta, sugiriendo que podría pertenecer a un linaje ya extinto.

Inicialmente, los investigadores especularon que podría ser la fuente del mítico “Bálsamo de Judea”, que ya no existe. Pero esta teoría se descartó cuando descubrieron que Sheba carece de las propiedades aromáticas características de aquel legendario perfume.

Sin embargo, lo que Sheba no tiene en fragancia lo compensa en propiedades medicinales. Los análisis químicos han revelado que sus hojas y resina están repletas de triterpenoides pentacíclicos, compuestos conocidos por sus propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas. También contiene escualeno, un antioxidante natural utilizado en tratamientos cutáneos.

Estas propiedades curativas han llevado a los científicos a proponer que Sheba podría ser el “tsori” mencionado en libros bíblicos como el Génesis, Jeremías y Ezequiel. El tsori, tradicionalmente asociado con la región histórica de Galaad (en la actual Jordania), era conocido por sus propiedades curativas más que por su aroma.

“Creemos que estos hallazgos apoyan nuestra segunda hipótesis: que ‘Sheba’… puede representar un linaje extinto (o al menos extirpado) que una vez fue nativo de esta región, cuya resina ‘tsori’ mencionada en los textos bíblicos era valiosa, asociada con la curación, pero no descrita como fragante”, escribieron los investigadores en el estudio.

¿CÓMO LLEGÓ LA SEMILLA A LA CUEVA?

Los investigadores barajan dos teorías igual de probables: podría haber llegado a través de excrementos de animales o, curiosamente, a través de excrementos humanos de hace mil años.

Esta no es la primera hazaña de resurrección botánica del equipo. Según reporta Times of Israel, la Dra. Sallon también ha trabajado previamente con semillas de dátiles de 1.900 años de antigüedad, una de las cuales germinó en una planta que fue bautizada como “Matusalén”, en honor al personaje bíblico que supuestamente vivió 969 años.

Mientras Sheba continúa creciendo y los científicos siguen estudiando sus propiedades, el misterio del Bálsamo de Judea permanece sin resolver. Como señalan los investigadores, es posible que esta legendaria planta aromática aún exista como una especie de Commiphora que la ciencia moderna todavía no ha identificado.

Fuentes: DW, Times of Israel, Communications Biology y Live Science. 

 

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